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ENTREVISTA A GERMÁN FERRARI / Jorge Cadús
1983: EL AÑO DE LA DEMOCRACIA

El periodista y escritor Germán Ferrari es el autor de "1983. El año de la democracia", un trabajo indispensable a la hora de pensar ese período difuso, enmarañado y denso en el que la democracia se abrió paso, lentamente, a través de las oscuridades de la dictadura militar. La censura, la represión, las leyes del olvido, las promesas electorales, las esperanzas desatadas, las decepciones y las resistencias cotidianas se dan cita en esta investigación inédita sobre un año clave: el año del retorno de la democracia en Argentina. Luces y sombras de un proceso que, a 30 años de iniciado, sigue tendiendo sus brazos al presente. Una historia abierta y encendida, que arde todavía en los pasos que falta transitar.


"El año 1983 fue una bisagra en la historia argentina reciente. Muchos de los protagonistas de aquella época mantienen una presencia activa en la vida política, social, económica, cultural y deportiva del país. Y varios temas en debate por esos días -derechos humanos, deuda externa, democratización de la Justicia, violencia en el fútbol- aún continúan en la agenda de la sociedad", puede leerse en la contratapa del libro "1983. El año de la democracia", (Editorial Planeta, 2012), del periodista y escritor Germán Ferrari. Y no es ése un dato menor: "en 2013 se cumplen tres décadas del momento en que la Argentina retornó a la democracia: se acababa por fin la dictadura más sangrienta que había conocido el país, la sociedad abrazaba la esperanza del cambio con fervor, la juventud volvía a acercarse a la política".
La investigación minuciosa, detallada, de Ferrari, recorre ese tiempo enlazándolo en forma permanente con el presente, buceando en lo profundo de sus raíces, y raspando la cáscara de la historia oficial para revelar cuánto de ese año sigue vivo en nosotros.
Para el periodista, "hay muchos trabajos sobre la década del 70, falta bastante para que se agote por su riqueza, pero del '83 en adelante ha quedado todo un poco relegado. Cuando te metes con ese año las ligazones con la década anterior están presentes y es imposible comprenderlas sin relacionarlas".
Y asegura que "también sucede con los acontecimientos más cercanos, lo cual está vinculado al paso del tiempo. Muchas de las situaciones del 83 son similares a las que vivimos hoy".

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- Este año se cumplen treinta años de la llamada "vuelta a la democracia". Más allá de la cifra redonda, que siempre moviliza al análisis, ¿por qué te parece necesario reflexionar sobre el año 1983? ¿Qué temas pendientes de resolución abrió ese año?
-Siempre es necesario volver al pasado para reconocernos en el hoy. 1983 fue un año fundamental en la historia argentina contemporánea. Mi trabajo invita a la reflexión sobre la importancia que tuvo el paso de la última dictadura a la democracia y a los logros y las deudas de esa democracia aún en construcción a través de tres décadas de vigencia ininterrumpida. Es un ejercicio imprescindible tanto para quienes vivimos aquella época –jóvenes o adultos– como para los que hoy son treintañeros o más chicos y que ven esa época en la lejanía, sin conexión aparente con la actualidad.
Varios temas que empezaban a consolidarse en aquel año hoy siguen siendo motivo de discusión: las secuelas del terrorismo de Estado, la democratización del Poder Judicial, la violencia en el fútbol, la militancia juvenil, la recuperación de las islas Malvinas, las inundaciones, entre otros. Y se puede sumar otros que tienen que ver con las coyunturas socioeconómicas: la desocupación, el dólar, la deuda externa, la inflación, la violencia policial…

-¿Coincidís con la idea que el terrorismo de Estado implementado por la dictadura tuvo –más allá de alguna desarticulada resistencia sindical- como única oposición al movimiento de Derechos Humanos, con las Madres de Plaza de Mayo a la cabeza? A partir del 30 de octubre, ¿qué relación se establece entre el nuevo gobierno surgido de las elecciones y ese Movimiento? En forma paralela, ¿qué posición adopta el radicalismo en el poder frente al panorama de los exiliados y su posible retorno a la Argentina?
-El rol del movimiento de derechos humanos fue imprescindible para desgastar a la dictadura y forzar una salida electoral. Las ocho organizaciones, con sus diferencias y acuerdos, protagonizaron una oposición que en 1983 pudo verse de manera decisiva en las calles, con marchas y manifestaciones de repudio a la dictadura –contra el "informe final" y la autoamnistía, por ejemplo- o en el acompañamiento de figuras como el demócrata cristiano Augusto Conte, cuyo hijo aún permanece desaparecido. Todas estaban de acuerdo en la necesidad de implementar una comisión bicameral en el Congreso para investigar el terrorismo de Estado. Pero al imponerse la idea de Alfonsín de conformar un grupo de notables, como fue la Conadep, mostró las fisuras dentro del movimiento. La APDH apoyó la iniciativa, mientras que el Serpaj y Madres se opusieron. Y ese debate también se dio en el interior del radicalismo, en el que los sectores más progresistas sostenían la necesidad de una bicameral. Mientras Alfonsín hablaba en sus discursos de los tres niveles de responsabilidad para juzgar a los militares que participaron de la represión, Luder ignoraba el tema. El candidato radical se pronunció rápidamente en favor de derogar al autoamnistía, mientras que el aspirante justicialista primero aseguró que era imposible y luego se desdijo. Luder arrastraba un pasado vergonzante: había firmado los famosos decretos de aniquilamiento de la "subversión". El exilio era otro tema que enfrentaba a Luder con el pasado. La mayoría de los exiliados peronistas había pertenecido a la izquierda –armada o no- de ese partido. En diversos contactos con los exiliados, Alfonsín intentó crear confianza en el retorno. Si bien el regreso al país se produjo, aunque en forma personal y desorganizada, prevalecía en ciertos sectores –alimentada por la teoría de los dos demonios- la idea de que quienes se habían ido del país "en algo raro había estado". Juan Gelman, Pedro Orgambide y Norman Briski no pudieron retornar hasta muy avanzado el gobierno radical, porque aún sufrían persecución judicial.

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Germán Ferrari (Lomas de Zamora, 1969) es periodista y docente universitario desde hace más de dos décadas.
Colaborador habitual de las revistas Caras y Caretas, Todo es Historia y Un Caño, y docente de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, que en este trabajo recorre el mapa de los últimos días de gestión de la dictadura a manos del general Reynaldo Benito Bignone; las campañas electorales; las elecciones celebradas l 30 de octubre del 83; el triunfo del candidato de la Unión Cívica Radical, Raúl Alfonsín y su asunción el 10 de diciembre de ese año.
Y sobre ese mapa agitado, discontinuo y cambiante, Ferrari traza la geografía social, política, económica y cultural del país, a partir de entrevistas a protagonistas de la época, documentos, registros periodísticos y archivos personales.
No es "1983" su primer libro editado. En el 2001, Ferrari abordó la figura de Rabindranath Tagore en "Soñador de esperanzas" al tiempo que analizó la producción de los medios difusión en "La comunicación. Principio, fin y dilema de los medios masivos"; en el 2006 publicó su indispensable "Raúl González Tuñón periodista"; editó "Símbolos y fantasmas. Las víctimas de la guerrilla: de la amnistía a la 'justicia para todos'" en el 2009 y, un año después, "El Ave Fénix. El renacimiento del sindicalismo peronista entre la Libertadora y las 62 Organizaciones (1955-1958)", en coautoría con Santiago Senén González.
De "Símbolos y fantasmas", precisamente, nació su reciente publicación, con la idea de profundizar en detalles de acontecimientos menos conocidos: "me quedó picando la idea de estudiar a fondo la vida de los argentinos en aquel período, más allá de las elecciones presidenciales", sostiene el autor.

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- En un memorable artículo publicado en la revista Humor, el escritor y periodista Osvaldo Soriano definió al triunfo de la Unión Cívica Radical como "la coalición del miedo", y pedía no olvidar "al motor de la historia", los trabajadores. ¿Cómo vive el movimiento obrero este período? ¿En qué situación lo encuentra la convocatoria a elecciones y el proceso electoral? ¿En qué relación de fuerzas frente al poder económico que –en muchos casos- había costeado la represión?
-La expectativa del movimiento obrero ante la salida electoral está en consonancia con la que vivían otros sectores de la sociedad, aunque, a veces, se evidenciaban resquemores, por ejemplo, con el movimiento de derechos humanos. Las Madres de Plaza de Mayo le reclamaban a la CGT que no había hecho lo suficiente para esclarecer la situación de los trabajadores y dirigentes sindicales perseguidos y desaparecidos. Un abrazo en público entre Saúl Ubaldini, la figura más representativa del sindicalismo opositor a la dictadura, y Hebe de Bonafini intentó zanjar un desencuentro histórico. Pero también había una dirigencia que había colaborado con el régimen. Allí hay que mencionar a figuras de la "burocracia sindical" como Triaca, Baldassini y Horvath, entre otros. Alejados de este sector participacionista, empezaba a ganar terreno una dirigencia joven, que intentaba recuperar los gremios. Un caso emblemático es el de Germán Abdala y Víctor de Gennaro en ATE.
Y no hay que dejar de lado la importancia fundamental de Lorenzo Miguel, líder de la UOM, en el armado electoral del peronismo, al elevar a Italo Argentino Luder como candidato presidencial y Herminio Iglesias como postulante a la gobernación bonaerense.
El radicalismo intentó aglutinar a sectores sindicales descontentos con las conducciones tradicionales -Piccinini, Framini- para respaldar lo que se conoció como "Ley de reordenamiento sindical", también llamada "Ley Mucci", que pretendía quebrar la relación entre justicialismo y sindicalismo.

-La jerarquía de la Iglesia Católica avaló con sus discursos la Doctrina de Seguridad Nacional, base del accionar de la dictadura militar. ¿Cómo se posicionó la Iglesia Católica argentina ante la convocatoria a elecciones, los intentos del gobierno de facto en retirada para perpetuar la impunidad y el nuevo gobierno?
-Pueden distinguirse tres sectores muy definidos dentro de la jerarquía católica. Un sector de franca oposición a la dictadura, con una participación decisiva en el movimiento de derechos humanos, en el que sobresalieron los obispos De Nevares, Novak y Hesayne; otro grupo que manifestaba públicamente su adhesión a la dictadura, representado, entre otros, por monseñor Plaza; y un tercero, que ocupaba un espacio intermedio, que se adaptó a los nuevos tiempos. Un caso singular fue el de Justo Laguna, opositor al régimen, con un discurso moderado, que casi en soledad se mostraba cercano al alfonsinismo.

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Los titulares del lunes 31 de octubre de 1983 anuncian un tiempo nuevo; vitales y frescos vientos de cambio. "Alfonsín Presidente", aclama el diario La Capital, y resume la expectativa de toda una patria que se viste de expectativas: "Con el respaldo de más del cincuenta por ciento del electorado de la República se consagra la fórmula presidencial que integran los doctores Raúl Alfonsín y Víctor Martínez. Lentitud del escrutinio oficial. Caen baluartes del PJ".
El electo presidente se apuraba a declarar: "Hemos ganado, pero no hemos derrotado a nadie", al tiempo que anunciaba que su gobierno procuraría "afianzar la democracia levantando las banderas de la unión nacional".
A las 8:15 horas del sábado 10 de diciembre de 1983, Raúl Alfonsín jura frente a la Asamblea Legislativa, y se convirtió en el presidente constitucional del país. El diario Clarín de ese día anticipaba que Alfonsín, "luego de pronunciar el discurso inaugural de su gestión, se dirigirá a la Casa Rosada donde recibirá los atributos de mando y tomará juramento a sus ministros..."

"El periodismo gráfico tuvo mayor aire de libertad para expresar el cambio de la democracia, que no tuvieron la radio y la televisión. Sin embargo, muchos periodistas venían con los vicios de la dictadura, con la relación con las fuerzas armadas y su actuación como servicio de inteligencia", dice el periodista. Y se sumerge en el concepto de democracia, que "inundaba a la población, pero no estaba internalizado por los medios de comunicación. Éstos abogaban por un final rápido y escandaloso del nuevo gobierno".
"El año 1983 fue inolvidable: para algunos, el año de la esperanza; para otros, el del cambio; y para todos, el año de la democracia. Nadie podía negar que algo importante y trascendente comenzaba a nacer", define Ferrari.

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-Hay imágenes y discursos grabados en el inconciente colectivo de la patria: el Alfonsín admonitorio de los discursos con el índice en alto; Herminio Iglesias prendiendo fuego un cajón con los colores de la UCR; el recitado del prólogo de la Constitución Nacional; la imagen crística de Juan Carlos Baglietto; el tono monocorde de Ernesto Sábato; los cantitos de Clemente. Voces e imágenes multiplicadas por los medios de difusión. ¿Cómo definirías el rol de esos medios en este proceso? Y puntualmente: ¿qué papel jugaron en la construcción de las imágenes de los principales referentes políticos Raúl Alfonsín e Ítalo Luder); y a la hora de construir –o no- consenso alrededor de las primeras medidas tomadas por el radicalismo en el poder?
-Los medios de comunicación tuvieron que reponerse del lamentable desempeño que tuvieron durante la guerra de Malvinas. Muchos pasaron, oportunismo mediante, del "estamos ganando" a la adhesión a la salida democrática. Y aquí hay que hacer una distinción entre los medios electrónicos y la prensa escrita. Los canales de televisión estaban controlados por el régimen; la radio, en su mayoría, también, en algunos casos se había dado un proceso privatizador que trajo algunas bocanas de libertad. Son emblemáticos los casos de Mitre y Continental. Sin embargo, fueron los diarios y las revistas quienes expresaron una mayor capacidad de recuperar la libertad perdida y de dar espacio a personalidades prohibidas, censuradas o perseguidas. Los medios tradicionales, con sus matices, se sumaron a esa reconversión. Otros nacieron al calor de la huida del "Proceso", como los diarios La Voz y Tiempo Argentino. Es interesante las experiencias fallidas que surgieron desde el peronismo para apuntalar la campaña electoral, cada una con sus particularidades, y que nacieron con el convencimiento que el gobierno estaba a la vuelta de la esquina: los diarios La Época y Línea, y la revista Feriado Nacional, que desde la sátira intentó desbancar el liderazgo que había conseguido Humor, volcada hacia el alfonsinismo en la mayoría de sus integrantes.

-Los cambios políticos que se viven en este año desatan también nudos que aprisionaban otros ámbitos, como el cine o la música popular. En el campo de esas actividades culturales, se consolida una apertura temática en las producciones cinematográficas insinuada en el 82; al tiempo que se afianza el carácter masivo del rock argentino. En ese campo: ¿qué elementos destacás como perdurables? ¿Qué secuelas se arrastran de la censura sistemática sobre esas actividades?
-Creo que la conformación de una cultura amordazada y su posterior liberación también está ligada a otro fenómeno insoslayable que es la producción de quienes vivieron el exilio "exterior". A medida que sus voces pudieron ser recobradas y sus obras empezaron a conocerse en estas tierras la dimensión cultural fue ampliándose y enriqueciéndose. Los años de dictadura, marcados por un oscurantismo atroz –sólo agrietado por algunas manifestaciones contraculturales- tiñeron por mucho tiempo con temores y amedrentamientos las producciones artísticas, y generaron fenómenos como el "destape".

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"Al presidente electo, Raúl Alfonsín, no hay que quitarle protagonismo ni el valor de ser el primer presidente constitucional de la democracia con un discurso renovador en temas puntuales. Pero así como fue protagonista también lo fueron las organizaciones de derechos humanos, Hebe de Bonafini, Adolfo Pérez Esquivel, Emilio Mignone, entre tanto otros, y el sindicalismo combativo", detalla Germán Ferrari.
Y pinta el clima de época, el pulso acelerado de una sociedad hambrienta de cambios, la ansiosa espera para que se resolvieran una infinidad de cosas: "el juicio a los militares, la desocupación, la inflación, temas de la coyuntura pero también del triste legado que nos dejaba la dictadura y eso convivía con la esperanza de poder seguir adelante, la idea de que la democracia podía resolverlas mágicamente", afirma.
Y detalla que "había una concreta esperanza ligada con la necesidad de decir nunca más a la dictadura en Argentina. Pese a eso, y esto es algo que podemos ver a la luz de hoy, había sectores de la sociedad con bastante voz y presencia (corporaciones mediáticas, sectores de la iglesia, empresas) que no creían en el nuevo sistema y lo desprestigiaban".

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-Osvaldo Bayer plantea que en el simple hecho de completar el acto electoral, la clase media argentina lavó muchas de sus culpas. ¿Cómo describirías su posición en el período que investigaste?
-Si por clase media circunscribimos a un sector de la sociedad de ingresos con capacidad de ahorro, sin apremios, con un pensamiento político errático, atravesada por prejuicios varios, podemos asegurar que encontró en Alfonsín a quien expresaba mejor buena parte de sus intereses y su aversión al peronismo y al sindicalismo. Sin embargo, sectores de la clase media politizados, conscientes de la importancia de los derechos humanos, también se plegaron al alfonsinismo. Luder, y el discurso del peronismo en general, no era atractivo para esa clase media, como tampoco lo fue para la clase obrera que, en una proporción no menor, votó por Alfonsín.

- En el sentido común, en la historia oficial argentina, 1983 es el año del retorno a la democracia de nuestro país. En general se percibe como un corte –abrupto, si se quiere- entre dictadura y democracia. Pero hay seguramente, continuidades, secuelas, lazos entre esos dos períodos. ¿Qué persistencias –indeseables o provocadas- pudiste identificar en tu trabajo?
-Mi libro se centra en los hechos ocurridos en 1983, por lo tanto dejo esbozadas muchas situaciones en las que el legado de la dictadura persistió en distintos ámbitos. Algunas de esas continuidades podemos encontrarlas en la actualidad. Las expresiones autoritarias que reivindican la última dictadura son minoritarias pero están presentes, como en la última marcha de "caceroleros" en las que hubo pintadas del estilo "¡Viva Videla!" o en las expresiones en contra de los juicios por delitos de lesa humanidad. Los jirones de la dictadura no se desintegraron con las elecciones del 30 de octubre de 1983 o con la asunción de Alfonsín del 10 de diciembre. Los partidos políticos, la Iglesia, la Justicia, los empresarios, el sindicalismo, los medios de comunicación, por nombrar solo algunos poderes, conservaron elementos provenientes no sólo de la última dictadura, sino también de regímenes autoritarios anteriores. En uno de los capítulos expongo el seguimiento que la división de Inteligencia de la Policía de la provincia de Buenos Aires hacía dentro de los partidos políticos, los organismos de derechos humanos y el sindicalismo más combativo. Ese seguimiento no terminó con la llegada del gobierno radical y continuó hasta casi dos décadas más tarde. Y aún nos asombramos cuando aparecen agentes de distintas fuerzas de seguridad "infiltrados" en diferentes ámbitos de la sociedad. Sin lugar a dudas, esa es otra deuda de la democracia.

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Imagen: Tapa revista Gente / Diciembre 1983 (fragmento)



Jorge Cadús: Es periodista. Es redactor y editor del periódico El Prensa; y columnista de varias páginas web de noticias. Forma parte del grupo fundador del Proyecto de Comunicación Alapalabra, de Madres de Plaza 25 de Mayo de Rosario. Es autor de "Postales de un desierto verde" (Tropiya ediciones, 2004); "Un tiempo ayer ceniza. Historias de la dictadura en el sur de la provincia de Santa Fe" (EMR, 2006) junto a Facundo Toscanini; "Combatiendo al capital. 1973-1976. Rucci, sindicatos y Triple A en el sur santafesino" (EMR, 2009), en colaboración con Ariel Palacios; "La Transa. Crónicas del narcotráfico" (Grupo Editor Postales, 2015); "Los días que vivimos en peligro. La destrucción del trabajo en la región 2015/2018)" (La Chispa, 2018) y "Alcorta: La ciudad invisible" (Grupo Editor Postales, 2019). Obtuvo dos veces el Premio Ciudad de Rosario por estos trabajos. En TV fue director periodístico de "Audiencia Debida. Crónicas del sur"(2000/2002); "Estación Sur. En los rieles de la Patria" (2010/2011) y "Tercer Tiempo. El relato salvaje" (2013/2015); todos en la señal Cablevisión Alcorta / Sacks Paz Televisora. Por esos programas obtuvo los premios ATVC 2001 y ASTC 2003 como mejor programa periodístico; y el Premio Juana Manso 2011 por su abordaje de las problemáticas de género. Desde el año 2006 a la fecha ha dictado en numerosas escuelas de la zona charlas y talleres abiertos sobre el terrorismo de Estado en la región. En el 2011 fue distinguido con el Premio Regino Maders por su trayectoria periodística y su compromiso militante.