Crónicas

ALCORTA: PRENSA, DELITOS Y LEYES / Ariel Palacios
EL PERIODISMO EN SU LABERINTO

La cuestión criminal ocupa un lugar destacado en las agendas de los medios de comunicación regionales. Entre el dato certero y los prejuicios, entre la necesidad de justicia y la paranoia, se extiende un campo de responsabilidades y legalidad que el periodismo suele desconocer, o bien omitir intencionadamente. En ese espacio, donde se trenzan las distintas formas del poder, la sangre suena. Y es porque tinta trae.


SIN MÁS, SIN MENOS
Organizadas por el Equipo Interdisciplinario para la Prevención y la Sensibilización sobre las Violencias y el Delito, Lazos por la Vida, los días 19 y 25 de septiembre de 2015 se desarrollaron en Casa de la Justicia Alcorta reuniones entre representantes comunales, provinciales, de la Iglesia Católica y referentes de medios de comunicación de la localidad.
¿Los motivos de las convocatorias, enmarcadas en el programa de intervención comunitaria Vínculos?: aportar al periodismo datos referidos a temas sociales y de seguridad abordados por los agentes públicos, además de promover la reflexión sobre el tratamiento de estos y otros sucesos, acorde exigen las leyes. ¿Los motivos detrás de los motivos?: despejar el horizonte ante la ola de mensajes que asociaron, sin más, sin menos, la llegada al pueblo de ciudadanos provenientes de Rosario con hechos delictivos perpetrados el mes pasado.
Si bien los encuentros realizados no contaron con la presencia de todos los hombres y mujeres de prensa de Alcorta, tales ocasiones resultaron propicias para poner sobre la mesa de discusión, y por primera vez, una serie de puntos que se hacen imprescindibles si de tender a una mejor labor periodística se trata. De este modo, quedaron planteadas cuestiones como los criterios con que se construyen las noticias, la fiabilidad de las fuentes de información a las que se recurre, las responsabilidades sociales a la hora de comunicar y el sistema normativo que rige el trabajo.
Cabe señalar, no sin cierta pena, que las convocatorias oficiales de septiembre no tuvieron un correlato en las semanas siguientes. Así y todo, el espacio de intercambio y debate generado podría convertirse, a la luz de lo que vendrá, en el puntapié para futuras reuniones entre quienes hacemos periodismo en la localidad y la región, máxime si se tienen en cuenta algunos ítems clave: que en diciembre asumirá un nuevo gobierno; que la política comunal de medios dará un giro; y que el oficio periodístico exigirá una formación en materia de ciudadanía democrática, con todo lo que ello implica, cada vez mayor.

DETRÁS DE LAS NOTICIAS
Durante años, buena parte del periodismo gozó de los beneficios de mostrarse "neutral" o "imparcial" al momento de narrar aquello que acontecía. Hoy por hoy -merced a los cambios en los modos de leer, ver y escuchar- nuestras pretensiones de asepsia, de pureza, son fuertemente cuestionadas.
Sin aquel traje protector, que reportaba al cronista las ventajas de estar "más allá del bien y del mal", el trabajo nos presenta el desafío de trascender el espacio de la vocinglería de panel, de la opinión por la opinión misma, para reafirmarnos en el lugar exacto en que lo real llega a ser noticia.

Llamamos noticia a un artificio, a una construcción, a una nueva presentación, o representación, de un hecho. Para levantar de la mejor manera posible ese edificio y no faltar a la verdad, desarrollamos técnicas. Reunimos datos, los contrastamos, preguntamos, y nutrimos el proceso que deriva en la publicación con lecturas permanentes acerca del propio quehacer periodístico. De ahí lo imperioso de visitar autores y teorías; de poner en valor el significado de la palabra ética; de pensarnos en función de la comunidad bajo el arbitrio de un Estado de derecho; y hasta de ampliar el panorama sumergiéndonos en la literatura, la música, el documental, el cine, la fotografía, la pintura, la historia.
Desde ya, no se trata de un berretín académico. Se trata, más bien, de una toma de posición política en función de lo que ocurre, y asimismo de sondear las maneras en que ocurre para arriesgar un por qué en relación a eso que ocurre. Los resultados, hay que aclararlo, suelen ser provisorios y muy a menudo nos ponen cara a cara con nuestros supuestos y con nuestras soberbias. La rueda, entonces, requiere de la duda para girar, como también de la contradicción, de la curiosidad, de la indignación, de la capacidad de sorpresa. Lo otro es propaganda.

Estos rápidos apuntes sobre el oficio no se agotan con su mera mención. En todo caso, son puestos a prueba cada vez que generamos noticias. Los lectores, los oyentes, los televidentes, los usuarios de Internet deben estar al tanto de ello. Son parte esencial del asunto, y muchas veces objeto de una desinformación disimulada en la saturación y reproductora de los más brutales, y de los más sutiles, prejuicios sociales. El tema de la inseguridad urbana da tela para cortar al respecto, acaso tanto como la inseguridad informativa.

COHERENCIA Y DISCIPLINA
Escena reciente. Mediodía de domingo en Alcorta, el asado está casi a punto. Un hombre de unos 70 años, preocupado ante algunos delitos registrados en la localidad, perplejo frente al panorama que en materia de robos y asesinatos muestran las pantallas de televisión porteñas y rosarinas, se da un respiro y lanza el dardo: "No sé si las cosas son así ahora, o antes también pasaban pero no nos enterábamos".
El hombre toca varias cuerdas al mismo tiempo.Se inquieta, desea el fin de la impunidad y pide justicia, algo lógico y saludable si es que previamente se violaron derechos, sin dudas, pero esa inquietud lo lleva a dar un paso más: se mete con los medios, y con los medios que estos emplean para mostrar los sucesos las veces que sea preciso. Las veces que sea preciso dependen de ciertos factores: actualidad, grado de importancia, rating, morbo, o bien… necesidad de disciplinamiento social. Sí, estimados lectores, aquí arribamos al centro de nuestro laberinto, al sitio donde el periodista deja de lado todo afán investigativo para buscar de antemano lo que sabe que va a encontrar. O sea: donde el periodista se vuelve un rotulador, un engranaje de la vieja maquinaria del prejuicio.
Esa pérdida de rumbo, a veces intencional, a veces por pura irreflexión, se traduce en notas e informes marcados por una coherencia notable:
- utilización de una única fuente, generalmente policial.
- utilización de lenguajes propios de un sumario antes que de una crónica.
- narraciones en que los hechos parecieran no tener contexto ni antecedentes.
- narraciones en que se representa un mundo macizo, esquemáticamente dividido entre buenos y malos, blancos y negros, ángeles y demonios.
- narraciones en que se sugiere o se explicita que el delito es "atributo" de un solo sector social.
- producciones que recortan el sentido del término delito, vinculándolo casi exclusivamente a situaciones entre particulares, y en las que hay violación de la propiedad privada, sustracción de objetos y violencia física.
- producciones que se escudan en el argumento de que "es lo que la gente pide", descuidando que lo que el sentido común reclama también debe ser sometido a un análisis crítico por parte del periodista.

Retomando lo que planteábamos arriba, ¿a quiénes hay que disciplinar y por qué? Vayamos al archivo de la querida revista postales y recuperemos cuatro párrafos, redactados a principios de 2009 con motivo de reuniones llevadas a cabo en la Comuna de Alcorta, en virtud de demandas públicas de seguridad: "No es difícil advertir que aquellos que aparecen como blancos del control son los sectores empobrecidos, los migrantes que van de una zona a otra tras el sustento, 'las caras raras'. A estos se agregan ahora los adolescentes, que comparten con los primeros el detalle no menor de ser la pata que 'no produce' en la maquinaria social.
Los que 'no producen' representan, para la modalidad económica en danza y sus principales beneficiarios, un tema serio: o se los demoniza en tanto potenciales delincuentes, o se los encuadra en tanto potencial mano de obra, más barata cuanto mayor sea el encuadramiento.
El discurso de la 'seguridad', amén de la gravedad de muchos sucesos a los que asistimos, y que merecen esclarecimiento y reparación, responde así a una lógica que hay que analizar con amplitud.
Reducir la cuestión a un asunto de 'gente que viene de afuera', o al 'desbande de los pibes' es engañarse pensando que vivimos en una panacea en la que, extrañamente, los habitantes 'históricos' y los adultos del lugar no transgreden jamás las normas".

Nada nuevo bajo el sol desde aquel verano de 2009, o quizás sí. Regresemos al cercano mediodía de domingo y de asado, y a la frase del hombre de 70 años: "No sé si las cosas son así ahora, o antes también pasaban pero no nos enterábamos".
Un estudio realizado hace una década larga (incluido por Martín Caparrós en su libro "¿Qué país?") podría servirle como respuesta: la proporción entre el aumento de centímetros dedicados a información policial en los principales diarios argentinos, y el aumento de la criminalidad real desde los años '90 hasta inicios del decenio de 2000 fue de 5 a 1. Es decir que, ya en esa época, la de mayores tasas de delito de nuestra historia reciente, el espacio dedicado a la "crónica roja" había aumentado 5 veces más que los ilícitos perpetrados.Y esto sin contemplar lo que generaban radios, canales de tv, o páginas web. ¿Qué les parece sucederá hoy, estimados lectores?

Volviendo al pago chico, el jefe de la comisaría Alcorta, Fernando Larroquette, lo plasmó con claridad en sus intervenciones radiales de las últimas semanas, cuando deslizó que el índice de delitos no está por fuera de los parámetros normales de una localidad como la nuestra. Parece mentira, pero sus palabras están en total consonancia con las que el entonces Jefe de la Unidad Regional VI, con asiento en Villa Constitución, Alejandro Torrisi, le dejara a quien firma estas líneas en la citada reunión de 2009. En resumidas cuentas, Torrisi afirmaba que los números del delito en Alcorta se mantenían estables desde hacía años, y que preocuparse era una cosa, pero entrar en pánico era otra.
No pasó tanto tiempo, y del delito de guante blanco, y de sus consecuencias, seguimos hablando poco. "¿Qué reclama un racista? Casi nada: que exista otro más débil que él", apuntó Osvaldo Soriano.

EL PESO DE LA LEY
Es interesante lo que nos ocurre a los periodistas. Solemos ser los primeros que invocamos la ley cuando, por ejemplo, se comete un delito, pero al parecer no tenemos el mismo interés cuando la ley se mete con nosotros. Podemos considerar a algunas leyes discutibles y hasta injustas, por supuesto, aunque es menester recordar que el sistema democrático permite ajustes y cambios. En ese sentido, la Ley Nº 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual vino en 2009 a dar de baja normativas de épocas de la dictadura y, entre otros aspectos, a señalar que los contenidos producidos y difundidos por radio y televisión van de la mano de la responsabilidad antes que del negocio o los prejuicios. De lo contrario, violamos derechos.

Consultado sobre el tema, el futuro secretario de Prensa de la Comuna de Alcorta, Gastón Vargas, quien asumirá en sus funciones el 10 de diciembre próximo, fue taxativo: "Dentro de la ley, todo. Fuera de la ley, nada", dijo sin ambages en el programa Tercer Tiempo (Canal 2 Cablevisión Alcorta). Por lo tanto, los periodistas locales tendremos la posibilidad, la necesidad y la obligación de continuar formándonos en lo que hace a conceptos, valores y ejercicios ligados a una ciudadanía democrática.
La Defensora del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual, Cinthya Ottaviano, amplía el panorama: "A partir de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, se considera que los oyentes y los televidentes no son meros consumidores, que no son parte de un punto de rating, sino que son plenos sujetos de derecho. Ya no tenemos la información asociada a la mercancía, sino la información como derecho humano: todos y todas, con el mismo derecho de dar y recibir información, de investigar, de difundir, pero también de reclamar cuando se vulneran esos derechos en radio y televisión. Es fundamental que las audiencias sean comprendidas como nuevos sujetos de derechos, y que quienes trabajamos en comunicación sepamos que hay personas del otro lado de la pantalla, del aparato de radio, de la computadora, que tienen derechos que deben ser respetados. Es tarea de la Defensoría del Público trabajar en la educación crítica de las audiencias, acercar herramientas. Tener un diálogo y debate permanente con los trabajadores y trabajadoras de la comunicación, para que vayamos transformando el esquema mercantilista de la comunicación en uno que sea desde una perspectiva de comunicación democrática".
Sobre los casos concretos abordados por la Defensoría, Ottaviano contó: "Hemos tenido distintos reclamos por parte de las audiencias, que notan espectacularización en las noticias, en los informativos, dramatizaciones excesivas, o cómo en nombre del rating se vulneran los derechos de las personas, y cómo la información socialmente relevante no está. Suele ocurrir que en nombre de la velocidad, del vértigo, los que trabajamos en comunicación reproducimos las primeras versiones que hay sobre un hecho. Entonces, una recomendación de la Defensoría es prestar atención y verificar qué tan cierta o no es esa información que estamos recibiendo. Esto es clave: que haya pluralidad de fuentes. Lo que proclamamos desde Defensoría es que escuchemos las distintas versiones del hecho. Es responsabilidad de los periodistas escuchar aquellas voces que fueron ocultadas por la voz hegemónica de la comunicación".

Para quienes abrazamos el trabajo periodístico en Alcorta y la región, se abre un camino exigente y no menos apasionante. Ahora depende de nosotros estar a la altura de las circunstancias. El juego es claro, y ya no podremos excusarnos diciendo que no sabíamos.


**//**

Imagen: Carina Barbuscia



Ariel Palacios: Escritor y periodista nacido en Alcorta en 1973. Es licenciado en Comunicación Social (UNR, 2002). Colaboró con el Instituto Gino Germani (Facultad de Ciencias Sociales, UBA) en una investigación sobre el impacto de las políticas de los años 90 en los pueblos rurales de la pampa húmeda. Desde el año 1997 dirige la Revista Postales (Alcorta), y es redactor del periódico Prensa Regional. En televisión, obtuvo los premios ATVC 2001 y ASTC 2003 por "Audiencia debida. Crónicas del sur" (Cablevisión Alcorta / Sacks Paz Televisora); y el Premio Juana Manso 2011 por "Estación Sur", en las mismas emisoras. En 2003 publicó "Historias a campo traviesa. Sangre, soledades y fuegos en la Argentina rural" (Tropiya / UNR Editora) y en 2009 "Combatiendo al capital. Rucci, sindicatos y Triple A en el sur santafesino" (Editorial Municipal de Rosario), en co-autoría con Jorge Cadús.