Crónicas

JULIO ISIDRO MAIZTEGUI (1931/1993) / Jorge Cadús
LA MEMORIA EN DONDE ARDÍA

Entre el 25 y el 29 de agosto, el calendario abre dos ventanas precisas que permiten pensar el tamaño del olvido y el ninguneo mediático: el 25 de agosto se cumplen 89 años del nacimiento, en la ciudad de Bahía Blanca, de Julio Isidro Maiztegui; el 29 de agosto, 27 años de su muerte. En mitad de esas fechas un vacío enorme, que sumó bajo el gobierno de la Alianza Cambiemos una dolorosa vergüenza: por primera vez en largos años, el Instituto de Enfermedades Virales que lleva su nombre no pudo producir la vacuna contra la Fiebre Hemorrágica Argentina, producto del desfinanciamiento al que lo sometió el gobierno encabezado por Mauricio Macri. Esa quita de fondos llevó que la letalidad de la enfermedad pasará de 0% en 2016 y 2017 al 40% en el 2019.


MAIZTEGUI
Julio Isidro Maiztegui, el hombre nacido en Bahía Blanca el 25 de agosto de 1931, ingresó en la Universidad Nacional de Buenos Aires, la universidad pública, en pleno peronismo, y allí se graduó como médico en 1957. Después estudió en Harvard, obtuvo el Master en Salud Pública en aquellos claustros que no lo sedujeron, y regresó a estos arrabales para enfrentar a la Fiebre Hemorrágica Argentina, una enfermedad extraña, cargada de misterios. Y comenzó a derrotarla.
En 1965 se instaló en la ciudad de Pergamino, y desde 1978 dirigió el Instituto de Enfermedades Virales que hoy lleva su nombre, único homenaje en mitad del ocultamiento sistemático.
Maiztegui, un hombre parco y difícil, le puso el cuerpo a esa pelea contra la muerte que se colaba entre los rastrojos y se ensañaba con los más pobres: trabajadores rurales, peones y puesteros.
Una pelea que libró al margen de la publicidad y la difusión.
Y se sabe que una pelea cuerpo a cuerpo con la muerte en nombre de otros, no es poca cosa.
Más allá del ninguneo, el recuerdo de ese hombre es moneda corriente, sin embargo, en cada pueblo desperdigado por esta pampa húmeda que supo ser de maíz y trigo; y hoy es un desierto sojizado y envenenado por los litros multiplicados del glifosato y el endosulfán.

UN CAMINO LARGO POR RECORRER
El 24 de julio de 1992, Julio Maiztegui decía: "debe ser prioridad número uno que esta vacuna, que todavía no tenemos la cantidad suficiente para todos los argentinos que la necesitan, se produzca en el país".
El médico sostenía también que "empresas de este tipo, por modestas que sean, no son fáciles y representan muchas veces choques, y representan una serie de dificultades, que se convierten para expresar vivamente, que uno se siente muy honrado cuando ha luchado intensamente por algo, no ha titubeado, a veces en tener encontronazos y dificultades, y que ha pesar de todo se lo ha tolerado, se lo ha comprendido".
Pero Maiztegui también advirtió en aquel 92, un año antes de su muerte, que no había que caer en falsos pronósticos, porque "esta es una empresa extremadamente difícil. Se han barajado cifras, y creo que es erróneo haberlo hecho. No porque se hayan manejado con imprecisión. Me preocupa que pueda haber quienes crean que con una sola inversión está todo resuelto, el Laboratorio se pone a andar y vamos a tener vacunas. Muy lejos de eso- escribió el médico- aquí hay un camino muy largo para recorrer".
En ese largo camino por recorrer, y más allá de la efectividad de la vacuna Candid 1, que redujo notablemente la incidencia de la Fiebre Hemorrágica Argentina, y de los espasmos cíclicos de los titulares de los medios de difusión, todos los años se registran casos de la enfermedad. Casos que certifican aquella mirada de Maiztegui.

AJUSTAR LA PREVENCIÓN
Las últimas cifras estadísticas a las que pudo acceder este medio forman parte del trabajo "El Ajuste en las Políticas Sanitarias de Prevención. Sin vacuna contra la FHA", elaborado por la Fundación Soberanía Sanitaria. En ese documento se registran cinco muertes en el año 2018, y 2 muertes en el año 2019, hasta la publicación del trabajo.
Ese Informe sostiene que bajo la Alianza Cambiemos, "el Estado Nacional ha desfinanciado al Instituto que produce la vacuna y el tratamiento para la Fiebre hemorrágica Argentina. Esto provocó que a la fecha 5 millones de personas en riesgo no cuenten con las dosis necesaria para prevenir la enfermedad que es endémica en zonas rurales de nuestro país y que ya está provocando más muertes de las esperadas".
"Los logros obtenidos en más de 60 años de trabajo ininterrumpido para controlar la FHA están en riesgo", advierte el documento. Y puntualiza que "producto de la falta de recursos hoy no se encuentran en las condiciones óptimas necesarias para garantizar la producción de vacuna. Desde el Instituto denuncian que desde 2017 no cuentan con la capacidad instalada adecuada para continuar con esa producción, debido a la necesidad de reparación y renovación de equipos claves para este proceso. Los y las trabajadoras del Instituto han advertido a las autoridades sanitarias nacionales de esta situación y elevado el listado de equipamiento necesario para sostener la producción, pero no han obtenido respuesta. Esta situación ha generado que en 2018 se puedan producir solamente 80.000 dosis de vacunas y en 2019 se haya interrumpido la producción".
"Esta crítica situación pone en riesgo a la población que vive en las zonas endémicas, dado que no se puede contar con las vacunas necesarias. Actualmente solo quedan 200 mil dosis en stock lo cual evidencia que de no modificarse esta situación a la brevedad el país no contará con la vacuna y podrá aumentar la incidencia de FHA y aumentar su letalidad", termina diciendo el Informe de la Fundación Soberanía Sanitaria.

NUEVOS DESAFÍOS
Durante el año 2013, el registro de dos casos en Alcorta que afectaron directamente a niños (de tres y nueve años) motorizó las preocupaciones en la población. Sin embargo, esos casos detectados en niños no toman por sorpresa a especialistas e investigadores en la materia. Tres años atrás, en el 2011, la doctora y referente en la materia Delia Enría explicaba en su artículo "Situación actual de la Fiebre Hemorrágica Argentina" que "hasta la fecha, las estrategias de vacunación han estado subordinadas a las cantidades limitadas de vacuna disponible", y detallaba que en la medida que la producción en el Instituto Maiztegui provea de vacunas suficientes "se podrán mejorar las coberturas de vacunación, abarcando las áreas periurbanas de ciudades densamente pobladas".
"Es necesario alertar sobre la necesidad de vacunarse a la población que transita frecuentemente dentro del área endémica", sostenía la profesional, al tiempo que advertía: "deberemos considerar la vacunación de los menores de 15 años a riesgo. Este proceso requiere de la realización de ensayos clínicos en esa población, que deberán incluir el estudio de la interacción de Candid 1 con otras vacunas, en vías a una mejor integración en el calendario de inmunizaciones".
"La inmunización con esta 'nueva' vacuna conlleva la necesidad de continuar con una activa vigilancia de los eventos adversos asociados a fin de sostener las acciones de fármaco-vigilancia, asegurando la disponibilidad de un perfil actualizado de la seguridad de la vacuna", aseguraba Enría en aquel trabajo.

EL FUEGO QUE NO CESA
Carlos Larrosa, el realizador rosarino recientemente fallecido, que dirigió el único documental que aborda la vida del médico bahiense radicado en Pergamino, supo contarnos que cuando enfermó de cáncer, Maiztegui tuvo un ofrecimiento de parte de sectores políticos para costearle el tratamiento -muy costoso- en las mejores clínicas de Estados Unidos. Los mismos sectores que retaceaban presupuesto para sus investigaciones, ofrecían ese dinero para su caso individual.
Julio Maiztegui rechazó ese ofrecimiento.
Carlos también nos contó que cuando proyectaron su documental en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario, muy poquitos estudiantes sabían quién era ese tal Maiztegui, peleador contra ratas de todo tipo.

En Pergamino, la ciudad que el médico eligió para vivir, la misma muerte disfrazada de cáncer lo dobló, prematuramente. Corría 1993, y Maiztegui tenía 62 años.
El silencio y el olvido impuesto parecen sepultar su recuerdo. Su recuerdo arde todavía, en la memoria de casitas bajas de los pueblos siempre postergados del interior profundo.
Maiztegui sigue vivo allí, batallando contra las miserias de siempre, al amparo de la memoria popular.

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Jorge Cadús: Es periodista. Es redactor y editor del periódico El Prensa; y columnista de varias páginas web de noticias. Forma parte del grupo fundador del Proyecto de Comunicación Alapalabra, de Madres de Plaza 25 de Mayo de Rosario. Es autor de "Postales de un desierto verde" (Tropiya ediciones, 2004); "Un tiempo ayer ceniza. Historias de la dictadura en el sur de la provincia de Santa Fe" (EMR, 2006) junto a Facundo Toscanini; "Combatiendo al capital. 1973-1976. Rucci, sindicatos y Triple A en el sur santafesino" (EMR, 2009), en colaboración con Ariel Palacios; "La Transa. Crónicas del narcotráfico" (Grupo Editor Postales, 2015); "Los días que vivimos en peligro. La destrucción del trabajo en la región 2015/2018)" (La Chispa, 2018) y "Alcorta: La ciudad invisible" (Grupo Editor Postales, 2019). Obtuvo dos veces el Premio Ciudad de Rosario por estos trabajos. En TV fue director periodístico de "Audiencia Debida. Crónicas del sur"(2000/2002); "Estación Sur. En los rieles de la Patria" (2010/2011) y "Tercer Tiempo. El relato salvaje" (2013/2015); todos en la señal Cablevisión Alcorta / Sacks Paz Televisora. Por esos programas obtuvo los premios ATVC 2001 y ASTC 2003 como mejor programa periodístico; y el Premio Juana Manso 2011 por su abordaje de las problemáticas de género. Desde el año 2006 a la fecha ha dictado en numerosas escuelas de la zona charlas y talleres abiertos sobre el terrorismo de Estado en la región. En el 2011 fue distinguido con el Premio Regino Maders por su trayectoria periodística y su compromiso militante.